jueves, 3 de septiembre de 2015

JOSE BARBOSA Y SU INCRIBLE VIAJE DE LEON A PARIS Aunque nació en Granada y pasó su adolescencia allí, al bachillerarse se fue a león a estudiar leyes. Con el fueron sus compañeros de colegio, el negro Bravo, el Lo-Cairo Martínez, Guicho Marenco, el negro Marín, el gemelo Miranda, y otros del barrio. De ellos salieron abogados, odontólogos, biólogos, médicos, humanistas. Como buenos granadinos se alquilaron una casona donde cabían todos, y le llamaron “La Embajada”. Allí se reunían, y estudiaban después de las clases que en esos tiempos, la universidad no daba tiempo de descanso y terminan las clases hasta ya al atardecer. Por las noches se armaban tertulias poéticas, se contaban chistes y se tomaban sus respectivos espirituosos guaritos. Ya entrada la noche se iban a La Estación a comer fritanga de carnita de perrito a cualquier otro animalito que pasara, La verdad que era muy rica la tal fritanga. Ya para los jueves más descansada la semana se iban en recorrido cantinero de Rueda Chata al Chino, después al Popular Rene y luego a comer a Los Pescaditos y para retirarse a su descanso al Barcito a comer un delicioso sándwich de carne con tortilla con un respectivo cacao en vaso de café presto grande. Y a dormir como un lirón. Los ronquidos del negro Bravo eran tremendos, pero le movían la cama o lo cambiaban de lado y se calmaba. Y sin más que una sonrisa y un beso tirado al viento, un día José conoció por la calle del Cine González, a la que sería la jueza rectora de sus paseos y ziribindas. De la más alta alcurnia llego a sus brazos caída del cielo, pues Ángeles era su nombre, y con sus alas lo elevo hasta el altar resguardado por el bardo Darío en la catedral de León. Atrás quedaron los amigos y francachelas. Y así pasaron los años de estudio en la ciudad universitaria hasta que vino la revolución y la embajada de Granada, cerró sus puertas y sus refugiados se integraron al proceso del cambio en la nación. Unos se fueron a las fuerzas armadas, otros a la reforma agraria, otros al plan de producción industrial y José después de un tiempo de laborar en las oficinas centrales de Ministerio de Reforma Agraria gano una beca; y de los arcos de su Granada natal paso al Arco del Triunfo de los Campos Elíseos. Por su amistad con un francés que laboró en Nicaragua, y siendo un buen amigo, al partir a lejano oriente a dar servicios de asesoría en esos países le dejo en resguardo un castillo medieval, donde José pasó sus años de post grado en la Sorbonne. Vivió como un príncipe, recorría las calles del Quartier Latín por las tardes, tomando su Chardonnay con un paté de fois gras y su pan de centeno. Allí nacieron sus tres hijos, que nunca hablaron español hasta regresar a Nicaragua. Los llevaba a pasear por la Plaza de la Concordia contándole la historia de tan famoso lugar, luego a L’Opera, sin faltarle recorrer Père la Chez la tumba de Jim Morrison, Los fines de semana paseaba por Sebastopol contándoles el porqué se llamaba así y las guerras en dicho lugar. Los llevo a conocer el Museo de Louvre a ver la famosa Gioconda y la estatua de la Victoria de Samotracia en la entrada Este, y ya fuera en la plazoleta del museo admiraba las pirámides de cristal y acero, realizadas por el arquitecto chino Leo Ming Pei, tan criticadas por los viejos parisinos, que también habían criticado la construcción del Centro Cultural George Pompidou, por su modernidad en medio de unos de los barrios más antiguos de París. Los domingos paseaba por el Sena en el Bateau-Mouche y desde allí ver la bella Catedral de Notre Dame llena de ministerio y gárgolas, como esperando saliera Nicodemo. Por la tarde visitaba el Palais de Versaillais. Y Les Jardins de Luxemburg. Y a entrada la tarde y dejando a niños en el Castillo se regresaba a Les Invalides pata tomar un café con su Remy Martin. Terminaba el día con una cena en Cardinal Lemoine con un “Lapin au vin blanc”. Todo eso lejos quedo al terminar sus estudios y volver a su amada Nicaragua. Ahora sentado frente al Parque Colón en la terraza del hotel del mismo nombre recuerda con el Negro Marín al Paris de sus años mozos mientras se toman un Blanc de Blanc. MARIANO MARIN 3 de Septiembre del 2015

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