miércoles, 28 de agosto de 2019


RECUERDOS ISLEÑOS X
Por MARIANO MARIN P.

El día amaneció brillante y fresco. Rosendo, el mandador de la fincas, nos llegó a decir que las bestias ya estaban listas, y que podíamos salir cuando quisiéramos que él se iba al chagüite a ponerle urea y que nos veía después.  Mi papá le dio unas indicaciones (en realidad eran ORDENES), desayunamos y nos dispusimos a partir. El viaje por la costa del lago hasta llegar a la subida de los Villanueva, vecinos nuestros, era agradable, bajo unos grandes Habillos que nacen a orillas de la playa, con la brisa que se cuela entre los zarzales y las mujeres lavando sin camisa dentro del lago, hacían realmente, repito, agradable esa parte del viaje. Después venia el martirio de casi una hora por un camino entre piedras y troncos salidos, del ancho de unos dos metros y cercos de alambres de púas que más de una vez me pincharon las piernas, se hacía una eternidad llegar al camino real que va de San Marcos a Altagracia. Aún Mariano Marín Mena, no había ampliado la carretera hacia el lago, que cambio todo el aspecto de la entrada a la comarca de San José del Norte. Sin embargo, al triunfo de la revolución nos quisieron confiscar y los vecinos organizaron una cooperativa automáticamente y eso que mi papá les había dado una manzana de tierra para una escuela y una capilla, más un predio para un campo de béisbol. Pero bueno, así es la vida. Al fin llegamos al camino y esta vez nos fuimos por el lado de San Marcos para ir a ver a la Blanca Arias y David Ghittis que vivían en “El Refugio”. Esta finca quedaba después de “La Florida”, del primo Lisímaco Amador que queda cerca de Trigueros, lugar donde nació el poeta Francisco Pérez Estrada, a la par de “La Pradera”. Que es otro capítulo de mis historias y tal vez uno de las más importantes para mí. David era un judío de Tel-Aviv, que varios años después le cambiaron el nombre de El Refugio al de la capital Israelí Tel-Aviv, no sé si él o sus hijos. Probablemente fue el nieto Moisés, hijo de Natalio, que es el chischil de la familia. David era muy atento, lo único era que entenderle a veces era un poco difícil, porque a pesar de haber vivido muchísimos años en la isla, nunca aprendió a pronunciar bien el español, lo que era muy divertido para mí. La Blanca era una señora atenta y regañona. Pero en su casa había un bar-restaurante llamado el Casino Nicarao. Por las noches y sobre todo en Semana Santa se hacían unas fiestas interminables, yo que dormía muy cerca del bar, era un infierno aquello. Pero un chavalo se duerme en medio de una barrera de toros decía mi papá. La estadía en Altagracia era emocionalmente fuerte y me da mucha melancolía ahora cuando paso por esos lugares y que la vida ha cambiado. Creo que estuve en el casamiento de Natalio con la Sylvia Rivera y en el de la Raquel, la otra hija de David, que se casó con Ramón Pérez, un hombre muy galán y además músico. Tocaba saxofón, clarinete y flauta. Al final de su vida lo recuerdo aún, se dedicó más al clarinete. Hasta un poco antes de que se nos fuera del planeta, lo vi tocando en una misa de la virgen María en la Catedral de Granada. Volviendo al punto, nos quedamos una noche en la casa de David que pasó muy rápido, pues los cuantos de mi papá con él y la Blanca me hicieron corta la noche y nos dormimos tarde. A la mañana siguiente salimos de regreso y yo le dije a Mariano Marín que si íbamos a pasar por La Ponsoria, ¡que jodes hijo, bueno pues, pasemos” me dijo. “No sé qué es el amor por esa piedra jodida. Estas igual a tu Pachico, así le decía yo a Pérez Estrada que era hermano de mi mamá y que era antropólogo (el primero de los graduados de verdad en el país) que tenía obsesión con los cuentos y leyendas de Ometepe. “Pero tenemos que pasar saludando a Moreno”, me dijo. Moreno le decían a Emilio que era Rivera Moreno, pero la gente solo así le decía, y hasta él mismo. Moreno. Lo paradójico era que era blanco y ojos claros y aquí nosotros nos dicen morenos a los negros, cuando nos quieren tratar “con  cariño”. Con él, Pérez Estrada escribió más formalmente la leyenda de Chico Largo que ahora se hecho famosa y que ha dado fama al Charco Verde y a Venecia, la leyenda está incluida en el libro Muestrario del folklore Nicaragüense, escrito a limón con Pablo Antonio Cuadra; la fincas contiguas actualmente son hoteles de los hijos de Emilio. Pero bueno, no me molestaba, por el contrario ir donde Emilio era una alegría porque él era un persona muy inteligente y conocedor de la medicina natural, gran agricultor, trajo la siembra del algodón y el desarrollo el tabaco en gran siembra a la isla. Además, me gustaba como contaba las cosas. Era ameno y sabio y pícaro. Pero bueno, después de donde Moreno obligue a mi papá a pasar por la piedra monumental. Le pedí que me dejara un rato contemplar y tocarla. Era de una textura muy fina. Su rectangularidad era de una perfección increíble. Me quede extasiado viéndola por todos los lados y hasta que oí, “Negro, vámonos”, volví a la realidad. Me monte en mi caballo y nos regresamos a la finca. Años después, vino la construcción de la carretera que daría la vuelta a la isla y mágicamente con una carga de dinamita, los genios constructores e ingenieros del “plantel de carreteras” volaron en miles de pedazos La Ponsoria y mis sueños.


RECUERDOS ISLEÑOS X
Por MARIANO MARIN P.

El día amaneció brillante y fresco. Rosendo, el mandador de la fincas, nos llegó a decir que las bestias ya estaban listas, y que podíamos salir cuando quisiéramos que él se iba al chagüite a ponerle urea y que nos veía después.  Mi papá le dio unas indicaciones (en realidad eran ORDENES), desayunamos y nos dispusimos a partir. El viaje por la costa del lago hasta llegar a la subida de los Villanueva, vecinos nuestros, era agradable, bajo unos grandes Habillos que nacen a orillas de la playa, con la brisa que se cuela entre los zarzales y las mujeres lavando sin camisa dentro del lago, hacían realmente, repito, agradable esa parte del viaje. Después venia el martirio de casi una hora por un camino entre piedras y troncos salidos, del ancho de unos dos metros y cercos de alambres de púas que más de una vez me pincharon las piernas, se hacía una eternidad llegar al camino real que va de San Marcos a Altagracia. Aún Mariano Marín Mena, no había ampliado la carretera hacia el lago, que cambio todo el aspecto de la entrada a la comarca de San José del Norte. Sin embargo, al triunfo de la revolución nos quisieron confiscar y los vecinos organizaron una cooperativa automáticamente y eso que mi papá les había dado una manzana de tierra para una escuela y una capilla, más un predio para un campo de béisbol. Pero bueno, así es la vida. Al fin llegamos al camino y esta vez nos fuimos por el lado de San Marcos para ir a ver a la Blanca Arias y David Ghittis que vivían en “El Refugio”. Esta finca quedaba después de “La Florida”, del primo Lisímaco Amador que queda cerca de Trigueros, lugar donde nació el poeta Francisco Pérez Estrada, a la par de “La Pradera”. Que es otro capítulo de mis historias y tal vez uno de las más importantes para mí. David era un judío de Tel-Aviv, que varios años después le cambiaron el nombre de El Refugio al de la capital Israelí Tel-Aviv, no sé si él o sus hijos. Probablemente fue el nieto Moisés, hijo de Natalio, que es el chischil de la familia. David era muy atento, lo único era que entenderle a veces era un poco difícil, porque a pesar de haber vivido muchísimos años en la isla, nunca aprendió a pronunciar bien el español, lo que era muy divertido para mí. La Blanca era una señora atenta y regañona. Pero en su casa había un bar-restaurante llamado el Casino Nicarao. Por las noches y sobre todo en Semana Santa se hacían unas fiestas interminables, yo que dormía muy cerca del bar, era un infierno aquello. Pero un chavalo se duerme en medio de una barrera de toros decía mi papá. La estadía en Altagracia era emocionalmente fuerte y me da mucha melancolía ahora cuando paso por esos lugares y que la vida ha cambiado. Creo que estuve en el casamiento de Natalio con la Sylvia Rivera y en el de la Raquel, la otra hija de David, que se casó con Ramón Pérez, un hombre muy galán y además músico. Tocaba saxofón, clarinete y flauta. Al final de su vida lo recuerdo aún, se dedicó más al clarinete. Hasta un poco antes de que se nos fuera del planeta, lo vi tocando en una misa de la virgen María en la Catedral de Granada. Volviendo al punto, nos quedamos una noche en la casa de David que pasó muy rápido, pues los cuantos de mi papá con él y la Blanca me hicieron corta la noche y nos dormimos tarde. A la mañana siguiente salimos de regreso y yo le dije a Mariano Marín que si íbamos a pasar por La Ponsoria, ¡que jodes hijo, bueno pues, pasemos” me dijo. “No sé qué es el amor por esa piedra jodida. Estas igual a tu Pachico, así le decía yo a Pérez Estrada que era hermano de mi mamá y que era antropólogo (el primero de los graduados de verdad en el país) que tenía obsesión con los cuentos y leyendas de Ometepe. “Pero tenemos que pasar saludando a Moreno”, me dijo. Moreno le decían a Emilio que era Rivera Moreno, pero la gente solo así le decía, y hasta él mismo. Moreno. Lo paradójico era que era blanco y ojos claros y aquí nosotros nos dicen morenos a los negros, cuando nos quieren tratar “con  cariño”. Con él, Pérez Estrada escribió más formalmente la leyenda de Chico Largo que ahora se hecho famosa y que ha dado fama al Charco Verde y a Venecia, la leyenda está incluida en el libro Muestrario del folklore Nicaragüense, escrito a limón con Pablo Antonio Cuadra; la fincas contiguas actualmente son hoteles de los hijos de Emilio. Pero bueno, no me molestaba, por el contrario ir donde Emilio era una alegría porque él era un persona muy inteligente y conocedor de la medicina natural, gran agricultor, trajo la siembra del algodón y el desarrollo el tabaco en gran siembra a la isla. Además, me gustaba como contaba las cosas. Era ameno y sabio y pícaro. Pero bueno, después de donde Moreno obligue a mi papá a pasar por la piedra monumental. Le pedí que me dejara un rato contemplar y tocarla. Era de una textura muy fina. Su rectangularidad era de una perfección increíble. Me quede extasiado viéndola por todos los lados y hasta que oí, “Negro, vámonos”, volví a la realidad. Me monte en mi caballo y nos regresamos a la finca. Años después, vino la construcción de la carretera que daría la vuelta a la isla y mágicamente con una carga de dinamita, los genios constructores e ingenieros del “plantel de carreteras” volaron en miles de pedazos La Ponsoria y mis sueños.

lunes, 1 de julio de 2019


BREVE Historia de RAFAELA HERRERA
Durante cierta noche de julio de 1762 ocurrió un suceso admirable: una joven mujer derrotó a un grupo de feroces piratas. Esta historia transcurrió en el fuerte El Castillo de la Inmaculada Concepción de María, un punto clave que defendía la ciudad colonial de Granada en la actual Nicaragua, estratégico por constituirse en la salida al Océano Pacífico. Aquella muchacha de nombre Rafaela Herrera, había nacido en Colombia mucho antes de llamarse Colombia, en una época cuando a diferencia de hoy, las mujeres no tenían muchas oportunidades de protagonismo. El nombre de Rafaela Herrera en Nicaragua es símbolo de valentía y audacia femenina, de hecho se le considera un referente nacional. Su historia es digna de ser conocida. El 29 de julio de 1762 se libra una desigual lucha, entre una fuerza de filibusteros ingleses, con más de cincuenta barcos y dos mil hombres enviados desde Jamaica, contra un fuerte ubicado en el río San Juan, defendido por unos cuantos hombres al mando del capitán José Herrera y Sotomayor, quien durante el cerco de los británicos fallece, dejando en la orfandad no sólo a sus hijos, sino a sus subalternos. En ese momento, la figura de Rafaela, una muchacha de apenas diecinueve años, alcanza su grandeza, superando la pérdida de su padre, toma el mando del fuerte, abofetea a un soldado quien demuestra temor, arrebata el cañón que manipulaba un teniente, dispara y logra no sólo infringir graves bajas al enemigo, sino infundir valor a la tropa que ya la respeta como comandante. El cerco sin embargo se mantiene, los ingleses envían un mensajero con un ultimátum, respetarán la vida de quienes se entreguen. Sin embargo, Rafaela pronuncia una frase clave: "Que los cobardes se rindan y que los valientes se queden a morir conmigo". Nadie se entrega, la batalla prosigue y los castellanos siguen disparando a los barcos invasores, diezmando la flota filibustera, Rafaela ordena enviar sábanas empapadas en alcohol sobre ramas flotantes, creando una barrera de fuego, esta inesperada acción unida a las bajas en la tropa inglesa, deciden finalmente su retirada. Se dice que en la expedición británica se hallaba un joven marino llamado Horacio Nelson, quien años más tarde, siendo Almirante derrotaría a Napoleón en Trafalgar, su victoria y tumba marítima. El dato importante para Colombia, es que Rafaela Herrera nació en Cartagena de Indias un 6 de agosto de 1742. Su experiencia en el mundo de la defensa tras las murallas las había adquirido en aquella ciudad, de la mano de su padre, oficial experto en el manejo de fuertes. Rafaela era hija natural, pues era fruto de la unión fugaz del castellano Herrera con una bella mulata que murió luego del parto. Por ello, Rafaela creció en medio del fragor de las batallas y con el estigma de su origen, pecaminoso para ciertos ojos de aquella Cartagena inquisidora. Once años más tarde viajó a la ciudad nicaragüense de Granada, pues su padre había sido trasladado por las autoridades españolas para hacerse cargo del Fuerte del Castillo. Luego de su gesta heroica, la leyenda relata que a Rafaela se le otorgó una modesta pensión y murió pobre criando cerdos. Cartagena de Indias, la Heroica, puede sumar a la galería de bravos valientes a esta joven llamada Rafaela, ojalá su ciudad natal alguna vez le haga el honor que se merece, reconociéndola como hija ilustre. No es extraño que alguien nacido en el territorio de la actual Colombia, se destacara de tal forma lejos de su puerto de nacimiento, esa pareciera que es característica de los colombianos, empeñados en demostrar la validez del refrán sobre los profetas en tierra ajena. Rafaela Herrera, la heroína desconocida. Desgraciadamente no le fue muy bien con la sociedad granadina que por ser morena y “sin abolengo”, nunca le reconoció su acto heroico, mucho menos su valor de mujer y heroína. Así es mi ciudad.
Dr. MARIANO MARIN P.
19 de Junio 2019. Luna Azul. Ometepe. Rivas.

sábado, 24 de junio de 2017

Descubrimiento del Cacao

Descubrimiento del Cacao
Hace ahora 500 años, y en un encuentro fortuito entre una canoa maya y una barco español, un niño de catorce años de edad observó atónito cómo unos comerciantes mayas se desvivían por recoger unas almendras que se les habían caído en la nave donde él viajaba junto a su padre y toda la tripulación. Así nos lo relata él mismo en su apasionante libro "Historia del Almirante": “las que pareció que estimaban mucho, porque cuando fueron puestas en la nave las cosas que traían, noté que, cayéndose algunas de esas almendras, procuraban todos cogerlas, como si se les hubiera caído un ojo”.
Estimamos que pudo ser el 13 de agosto de 1502 y el lugar la Isla de Guanaja (actualmente la isla de los Pinos en Honduras). Estaba a punto de producirse por casualidad, como ocurre en la mayoría de las cosas importantes en nuestras vidas, un acontecimiento histórico que revolucionaría la gastronomía mundial. El jefe maya de la canoa, el señor de Yumbé (jefe camino), regalaba a Hernando Colón un preciado regalo: habas de cacao. En este preciso momento se inicia la apasionante Historia del Chocolate.
Ese niño era Hernando Colón. Hijo natural de Cristóbal Colón y primer Colón español que acompañó a su padre en su IV viaje de descubrimiento (1502-1504) siguiendo la Ruta de las Especias, anteriormente realizada por Marco Polo. Durante esta odisea el Almirante, como le llama habitualmente su hijo, también descubrió lo que hoy conocemos como Centroamérica, es decir: Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Norte de Panamá.

Adedum del cacao 2

Adedum del cacao 2
Gracias a la unión real de Luis XIII con la princesa española Anne de Austria (1615), la bebida chocolateada hace su aparición en la Corte de Francia.
En 1650, el chocolate emerge en Inglaterra en forma de bebida y su llegada coincide con el té de China y del café de Oriente pero queda un plato reservado para las clases acomodadas. En 1659, la primera fábrica de chocolate abre sus puertas en París. En 1720, las chocolaterías italianas son aclamadas por la calidad de sus productos. Por fin, en 1765, América descubre las virtudes del cacao.
Así el chocolate conoce una expansión creciente a través de Europa y el mundo metamorfoseándose a merced del tiempo. Las primeras pastillas de chocolate son inglesas (1674), el primer cacao en polvo es holandés (1828), la tableta es una creación (1830) británica y el chocolate con leche luego a las avellanas marcan la llegada triunfal de Suiza sobre el mercado del chocolate (1830-1875).
Gracias a este desarrollo, el chocolate comienza lentamente su democratización mientras que su utilización en farmacia había sido preconizada desde las primeras horas porque oculta propiedades revigorizantes y forti
cantes.
descubrimiento del cacao: adedum
Una linda leyenda narra que Quetzalcoatl, el dios de la luna y de los vientos, descubrió el árbol del cacao en los campos luminosos de los hijos del sol. Lo regaló a los hombres que le llamaron “El alimento de Dioses”. A partir del 250 d. C. los mayas de las Tierras Bajas crearon Ciudades-Estado tan importantes como Tikal (Guatemala) y Copán (Honduras). En ellas, elaboraban el “kakaw” (cacao) como bebida caliente de la clase alta, hecho que se refleja en las elegantes vasijas halladas en las tumbas de sus nobles.
Ek Chuah fue para ellos el dios de los mercaderes y agricultores del cacao.

jueves, 3 de septiembre de 2015

EL MARAVILLOSO VIAJE DE JAIME TONINO GIL A ITALIA Jaime Antonio Gil, “Jaimito”, como le decían sus amigos de León y resto del país, era un muchacho curioso y había estudiado biología con especialidad en entomología, carrera que nunca ejerció pues se dedicó a la fotografía como profesión y pasatiempo. Un día escuchó decir en su casa que su familia descendía de italianos milaneses, y eso lo inquieto de tal manera que se alistó, en todo el sentido de la palabra, a ir a conocer Milán y ver su aún quedaba alguien de sus ancestros. Agarró un paquete de esos que ofrecen las tour operadoras y le pareció aceptable el precio y el tiempo para conocer su tierra ancestral. Milán, capital de la Lombardía era un centro de muchas posibilidades económicas y artísticas, alta costura, vehículos de lujo y de carrera, arte en general. Con su cámara Hasselblad y su Nikon de uso diario se fue cargando su maleta de viaje y bolso de equipo con lentes fijos, zooms y demás intercambiables para ambas cámaras. Se instaló en uno de esos hoteles que te llevan a la fuerza los operadores turísticos, que no son malos pero tampoco tan bueno como uno quisiera. Pero bueno, pagas lo justo y eso te da posibilidad de andar por tu cuenta sin caminar en esos grupos guiados por un tipo con altoparlante y que dicen cualquier mentira de los lugares y su historia. A Jaimito lo que le importaba primero era conocer un poco y luego investigar sobre sus posible familiares que a lo mejor el que quedaba tendría unos ciento veinte años si es que vivía aun. Camino por un momento por calles pequeñas y muy típicas de la parte antigua de la ciudad, y sin darse cuenta llegó a la fabulosa Catedral del más bello gótico que sus ojos nunca vieron. Su imponente altura y detalles de las torres y sus puertas talladas en una finesa como hecha por el mismo Dios nuestro Señor. Embelesado por tanta belleza estaba absorto que no se fijó que otra belleza lo observaba a su lado. Una trigueña de ojos verdes como el mar, con un cuerpo escultural, con una cara digna de una Pietá de Miguel Ángel. Ella dio unos pasos que sonaron en el basalto de los ladrillos circundantes del atrio. Jaimito se volvió a su lado derecho y la miro de pies a cabeza y en ese momento todo lo que había admirado del gótico de la catedral se esfumo. Ya no hubo más admiración por el arquitecto creador del templo. Sus ojos solo estaban para ver aquella ragazza veinteañera que sería desde ese momento su guía, su traductora, su todo. Ella lo llevo como perrito faldero a la galería Vittorio Emmanuel II, luego a la famosa Scala teatro donde muchos se hicieron famosos, y tantos divos se consagraron. El Palacio-Castillo de los Sforza y luego se fueron al lecho donde caería en sus brazos y sus piernas y sus pechos y su boca. Jaimito, débil como siempre ante esas beldades, se dejó ir en un abismo de placer y lujuria, que aunque en su subconsciente recordaba era un pecado capital, no le importo. Al día siguiente ella le planificó un viaje a Verona, para ver la antigua residencia de los Capuleto y los Montesco, a la Plaza de Bra, al anfiteatro romano y luego al Véneto donde caería otra vez en sus brazos. La mañana siguiente se despertó solo y buscó por toda la habitación, bajó al lobby y pregunto por ella. La segnorinna que le había acompañado la noche anterior y el conserje le dijo, “Perdón, señor usted vino solo, no venía con ninguna acompañante”. Regreso a su habitación y en lado donde ella durmió sobre la almohada encontró un rosa Príncipe Negro y una nota en papel antiguo: “Yo soy la familiar que estabas buscando. Besos y adiós”. MARIANO MARIN Granada 31 de Agosto del 2015
JOSE BARBOSA Y SU INCRIBLE VIAJE DE LEON A PARIS Aunque nació en Granada y pasó su adolescencia allí, al bachillerarse se fue a león a estudiar leyes. Con el fueron sus compañeros de colegio, el negro Bravo, el Lo-Cairo Martínez, Guicho Marenco, el negro Marín, el gemelo Miranda, y otros del barrio. De ellos salieron abogados, odontólogos, biólogos, médicos, humanistas. Como buenos granadinos se alquilaron una casona donde cabían todos, y le llamaron “La Embajada”. Allí se reunían, y estudiaban después de las clases que en esos tiempos, la universidad no daba tiempo de descanso y terminan las clases hasta ya al atardecer. Por las noches se armaban tertulias poéticas, se contaban chistes y se tomaban sus respectivos espirituosos guaritos. Ya entrada la noche se iban a La Estación a comer fritanga de carnita de perrito a cualquier otro animalito que pasara, La verdad que era muy rica la tal fritanga. Ya para los jueves más descansada la semana se iban en recorrido cantinero de Rueda Chata al Chino, después al Popular Rene y luego a comer a Los Pescaditos y para retirarse a su descanso al Barcito a comer un delicioso sándwich de carne con tortilla con un respectivo cacao en vaso de café presto grande. Y a dormir como un lirón. Los ronquidos del negro Bravo eran tremendos, pero le movían la cama o lo cambiaban de lado y se calmaba. Y sin más que una sonrisa y un beso tirado al viento, un día José conoció por la calle del Cine González, a la que sería la jueza rectora de sus paseos y ziribindas. De la más alta alcurnia llego a sus brazos caída del cielo, pues Ángeles era su nombre, y con sus alas lo elevo hasta el altar resguardado por el bardo Darío en la catedral de León. Atrás quedaron los amigos y francachelas. Y así pasaron los años de estudio en la ciudad universitaria hasta que vino la revolución y la embajada de Granada, cerró sus puertas y sus refugiados se integraron al proceso del cambio en la nación. Unos se fueron a las fuerzas armadas, otros a la reforma agraria, otros al plan de producción industrial y José después de un tiempo de laborar en las oficinas centrales de Ministerio de Reforma Agraria gano una beca; y de los arcos de su Granada natal paso al Arco del Triunfo de los Campos Elíseos. Por su amistad con un francés que laboró en Nicaragua, y siendo un buen amigo, al partir a lejano oriente a dar servicios de asesoría en esos países le dejo en resguardo un castillo medieval, donde José pasó sus años de post grado en la Sorbonne. Vivió como un príncipe, recorría las calles del Quartier Latín por las tardes, tomando su Chardonnay con un paté de fois gras y su pan de centeno. Allí nacieron sus tres hijos, que nunca hablaron español hasta regresar a Nicaragua. Los llevaba a pasear por la Plaza de la Concordia contándole la historia de tan famoso lugar, luego a L’Opera, sin faltarle recorrer Père la Chez la tumba de Jim Morrison, Los fines de semana paseaba por Sebastopol contándoles el porqué se llamaba así y las guerras en dicho lugar. Los llevo a conocer el Museo de Louvre a ver la famosa Gioconda y la estatua de la Victoria de Samotracia en la entrada Este, y ya fuera en la plazoleta del museo admiraba las pirámides de cristal y acero, realizadas por el arquitecto chino Leo Ming Pei, tan criticadas por los viejos parisinos, que también habían criticado la construcción del Centro Cultural George Pompidou, por su modernidad en medio de unos de los barrios más antiguos de París. Los domingos paseaba por el Sena en el Bateau-Mouche y desde allí ver la bella Catedral de Notre Dame llena de ministerio y gárgolas, como esperando saliera Nicodemo. Por la tarde visitaba el Palais de Versaillais. Y Les Jardins de Luxemburg. Y a entrada la tarde y dejando a niños en el Castillo se regresaba a Les Invalides pata tomar un café con su Remy Martin. Terminaba el día con una cena en Cardinal Lemoine con un “Lapin au vin blanc”. Todo eso lejos quedo al terminar sus estudios y volver a su amada Nicaragua. Ahora sentado frente al Parque Colón en la terraza del hotel del mismo nombre recuerda con el Negro Marín al Paris de sus años mozos mientras se toman un Blanc de Blanc. MARIANO MARIN 3 de Septiembre del 2015