martes, 22 de abril de 2014

LA MUERTE EN LA CALLE MORAZAN

LA MUERTE EN LA CALLE MORAZAN Los ángeles me avisaron de la muerte de Mariano Marín. Le fue dada una casa en el otro mundo le dieron una casa igual a la que vivía en La Calle Morazán. A todos los recién llegados al este estado de vida les daban lo mismo. Y el creyó, como todos que no se había muerto. Y ver qué pasaba. Las cosas, como muebles, mesas etc… eran iguales a las que tenía cuando estaba vivo. La biblioteca, el escritorio y demás enseres de la casa eran los mismos. Cuando despertó se siguió haciendo sus labores literarias, escribía cuentos, guiones de cine, pequeñas historias y otros escritos como los que hacia cuando vivía. Todo como si no fuera un cadáver más de los tantos muertos de la calle. Como no creía en las cosas de la fe ni de la caridad, los ángeles mandaron a unos delegados del cielo a interrogarlo y Mariano les dijo: “he demostrado que el alma puede obviar esas tontería y de manera irrefutable. Y para entrar y llegar al cielo no son necesarias”. Su soberbia era tal que no les dio ni un mínimo de tiempo en poder contestarles. Pero él no sabía que estaba muerto. Cuando los ángeles oyeron esto lo abandonaron. A las pocas semanas los muebles y otras cosas en la casa empezaron a afantasmarse. Las paredes so tornaron pálidas y calizas. Su ropa se puso ordinaria y a él no le importaba o no se daba cuenta. Sin embargo siguió escribiendo. Pero como pero no era de la finesa de antes. Insistía en su negación a la fe y la caridad lo trasladaron a un taller en un submundo con varios teólogos que le decían a diario de su inconsistencia y de su falta de credibilidad. Allí estuvo por varios días encarcelado escuchando las peroratas de los teólogos y empezó a dudar de su tesis. Al ver esto los ángeles le regresaron a su antiguo lugar. Pero su ropa y eran de cuero sin cutir. Sus cosas diarias de uso doméstico eran burdas y sin estilo. Y continuó denigrando de la fe y de la caridad. Un día sintió frio. Y recorrió la casa y vio que sus habitaciones y aposentos no eran los mismos. Algunos estaban llenos de objetos desconocidos para él. Otros se habían achicado tanto que no cabía y no podía entrar. Sus ventanas y puertas daban a unos médanos, vio en los patios a gente que lo adulaba, pero no tenían rostro y parecían que estaban muertos. Entonces comenzó a escribir sobre la caridad y la fe. Pero al día siguiente las páginas estaban borradas. Y se dio cuenta que las había escrito sin convicción. Recibía visitas pero le daba vergüenza la situación de su casa y sus muebles hasta que un día se fijó que eran gente conocida pero recién muerta. Para hacerles creer que estaban en el cielo hacia trucos y magia. Arreglo con un brujo el aposento del fondo y los atendía con falsa alegría y placeres. Pero cuando las visitas se iban regresaba la pobreza y la cal de las paredes pelada y sin brillo. Y algunas veces hasta aparecian antes de que se fueran. Las últimas noticas de Mariano Marín se supieron que los demonios se lo llevaron a los médanos y ahora es su sirviente. (Adaptación de ARCANIA COELESTIA, Manuel Swederbg) 1932.

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